En la sala de estar, la pequeña niña jugaba alegremente con sus muñecas, sus ojos brillaban de alegría y su risa llenaba la habitación.

Su papi la observaba desde el sofá, su rostro irradiaba un amor inmenso hacia su pequeña hija, se sentía agradecido por cada momento compartido.

Ambos se fueron a la cocina para disfrutar de unas galletas recién hechas. La niña comía con avidez mientras su papi la miraba con ternura.

Después de terminar sus galletas, la niña miró a su papi y dijo: 'Papi, gracias por amarme tanto'. El papi sonrió y la abrazó con cariño.

Al día siguiente, papi llevó a la niña al parque. Jugaron todo el día, riendo y disfrutando de su tiempo juntos.

Mientras se sentaban en un banco para descansar, la niña miró a su papi y dijo: 'Papi, gracias por siempre estar a mi lado'. El papi asintió con una sonrisa y la abrazó.

Por la noche, papi la acostó en su cama. Le contó una historia y la abrazó hasta que se quedó dormida.

Antes de quedarse dormida, la niña murmuró: 'Papi, gracias por hacerme sentir especial'. El papi le dio un beso en la frente y le susurró que la amaba.

Al día siguiente, la niña le entregó a su papi un dibujo que había hecho para él. Era un dibujo de ellos dos, sonriendo y abrazándose.

El papi miró el dibujo con lágrimas en los ojos y abrazó a su hija. 'Gracias por amarme tanto, papi', dijo la niña. 'No, gracias a ti por ser mi hija', respondió el papi.

Miraron las estrellas juntos, hablando de sueños y risas. La niña le agradeció a su papi por todo lo que había hecho por ella.

El papi sonrió y la abrazó con fuerza, prometiendo amarla y cuidarla siempre. Ambos se quedaron allí, bajo las estrellas, agradeciendo el amor incondicional que compartían.