Caperucita, una niña con una capa roja, caminaba por el bosque llevando una canasta para su abuela. Se encontró con un lobo, que le preguntó por su paradero.

El lobo, con una sonrisa astuta, sugirió un atajo a la casa de la abuela. Pero en realidad, el lobo tenía un plan malvado y llegó a la casa de la abuela antes que Caperucita.

El lobo, disfrazado de la abuela, esperaba a Caperucita en la cama. Cuando Caperucita llegó, se sorprendió al ver a su 'abuela' con una apariencia tan extraña.

Caperucita, sospechando que algo andaba mal, cuestionó a su 'abuela' sobre sus ojos y boca grandes. El lobo, incapaz de contener su risa, reveló su verdadera identidad.

Justo en ese momento, un cazador entró en la cabaña. Preguntó al lobo sobre sus intenciones y, al oír su respuesta, prometió proteger a Caperucita.

El cazador y el lobo lucharon ferozmente. A pesar de su bravuconería, el lobo no fue rival para el cazador y huyó aullando de dolor.

Caperucita, aliviada y agradecida, agradeció al cazador. Pero la tristeza la inundó al descubrir que su abuela no había sobrevivido al encuentro con el lobo.

Pasaron los años y Caperucita se casó y tuvo tres hijos. A menudo les contaba la historia del lobo, advirtiéndoles del peligro que aún acechaba en el bosque.

Un día, los tres hijos de Caperucita decidieron enfrentarse al lobo por su cuenta. Pero en el bosque, el lobo logró atrapar a dos de ellos.

La hermana menor logró escapar y corrió a casa para buscar ayuda. Caperucita, al escuchar la noticia, llamó inmediatamente al cazador.

El cazador llegó al bosque y se enfrentó nuevamente al lobo. Después de una lucha intensa, el lobo finalmente soltó a los niños y huyó para nunca volver.

Los niños regresaron a salvo a casa, aprendiendo una valiosa lección sobre la valentía y la importancia de escuchar a sus mayores.