
La Rana Gigante del Lago Titicaca
By Carlos Flores

24 Sep, 2024

Había una vez una rana llamada Rene, muy triste porque no tenía amigos ni un lugar donde vivir. Ella decidió salir en busca de su hábitat y de un amigo.

Rene saltó y saltó, viajando por bosques, montañas y ríos. Finalmente, llegó a un lugar muy lindo, el Lago Titicaca, donde se encontró con otra rana.

Rene saludó a la nueva rana con un fuerte abrazo. 'Hola, ranita', le dijo. 'Hola, yo soy Tomy', respondió la otra rana, 'Te cuento que todas las ranas están muriendo porque arrojan basura al Lago Titicaca.'

'Nos cazan y el agua está muy caliente por el sol. Por eso estamos en peligro de extinción', continuó Tomy, '¿Rene, puedes ayudarme a salvar nuestro hábitat?'

Rene respondió con entusiasmo, '¡Sí, te ayudaré, Tomy!' Al escuchar esto, otras ranas también se unieron para salvar su hogar. Todas juntas, comenzaron a limpiar su hábitat.

Mientras limpiaban, las ranas cantaban alegremente, 'A limpiar, a limpiar, vamos a limpiar'. Su canto resonaba por todo el Lago Titicaca, llenando el lugar de esperanza.

Finalmente, después de mucho trabajo duro, lograron limpiar todo el lago. Las ranas colocaron carteles alrededor del lago para enseñar a las personas a cuidar su hábitat.

Rene y Tomy, junto con sus nuevos amigos, se sintieron muy felices y orgullosas de lo que habían logrado. El Lago Titicaca volvió a ser un lugar seguro y limpio para ellas.

De ahora en adelante, Rene ya no se sentía solitaria. Había encontrado un hogar y amigos en el Lago Titicaca. Y no solo eso, sino que también se había convertido en una heroína para todas las ranas.

Desde ese día, Rene fue conocida como 'La Rana Gigante del Lago Titicaca'. Ella, junto con Tomy y las demás ranas, continuaron protegiendo su hogar y enseñando a las personas a cuidar el medio ambiente.

Rene vivió feliz junto a sus nuevos amigos en su hogar, el Lago Titicaca. Aunque enfrentaron desafíos, siempre trabajaban juntos para superarlos y proteger su hogar. Y así, la historia de la Rana Gigante del Lago Titicaca se transmitió de generación en generación.