
Las travesuras de Simón el bobito
By Sebastian Olivia

10 Oct, 2024

Simón el bobito, conocido en su pueblo por sus travesuras y ocurrencias, decidió un día que quería probar los pasteles del pastelero local.

Pero el pastelero, conocedor de las travesuras de Simón, le pidió que mostrara el dinero con el que iba a pagar. Simón, sorprendido, buscó en sus bolsillos, pero no encontró nada.

Al día siguiente, Simón decidió que quería ser pescador. Pasó todo el día sentado a la orilla del río, con un viejo balde de su mamá Leonor, esperando atrapar algún pescado.

Pero como era de esperar, Simón no atrapó ningún pescado. En su lugar, se quedó dormido al sol y cuando despertó, se encontró con que el balde estaba vacío.

Simón, frustrado por no haber atrapado ningún pescado, decidió hacer un pastel de nieve. Con gran entusiasmo, lo colocó en las brasas para asarlo, pero el pastel se deshizo y apagó las brasas.

Un día, Simón vio unos cardos cargados de viruelas y pensó que serían buenos para comer. Pero cuando intentó cogerlos, se pinchó los dedos y tuvo que correr a casa, llorando de dolor.

Un día, Simón decidió ordeñar a la vaca pintada. Pero en lugar de agarrar el pezón, agarró la cola de la vaca, que le dio una fuerte patada y lo hizo volar por los aires.

Simón cayó montado sobre la ternera, que también se asustó y comenzó a correr por el establo, dando brincos y patadas. Simón intentó agarrarse, pero finalmente cayó al suelo, cubierto de paja y mugre.

Un día, Simón encontró un burro en el mercado y decidió montarlo para ir a cazar venados. Pero el burro, asustado, comenzó a correr por las calles, y Simón terminó rodando por las piedras.

Después de su fallida aventura de caza, Simón regresó a casa, donde su padre, taita Lucio, le pidió que fuera a comprar un lomo. Simón, queriendo evitar otro desastre, lo llevó con mucho cuidado, colgado del rabo de un caballo.

Cuando el invierno llegó, Simón decidió ir a patinar sobre el lago helado. Pero, en su imprudencia, no se dio cuenta de que el hielo aún no estaba lo suficientemente grueso y se rompió, dejándolo empapado y temblando de frío.

Otra vez, Simón decidió treparse a un árbol para robar un nido. Pero el árbol se desgajó y Simón cayó en un pozo de pésimo olor, provocando la risa de todos los que lo vieron.

Un día, Simón intentó cazar un pato con su trabuco. Pero cada vez que disparaba, el pato se asustaba y volaba lejos, dejando a Simón frustrado y con las manos vacías.

Otra vez, viendo una salsera llena de mostaza, Simón se la bebió creyendo que era miel. El picante de la mostaza lo hizo estornudar y toser, y tuvo que beber mucha agua para calmar el ardor.

Una vez, Simón vio un montón de tierra que estorbaba el paso en el camino y, queriendo ser útil, sugirió a los vecinos que abrieran un hoyo grande y echaran la tierra allí. Los vecinos se rieron de su ocurrencia y Simón se fue a casa confundido.

Un día, Simón fue enviado a buscar agua al pozo. Pero en lugar de llevar una jarra, llevó un cedazo y el agua se le escapaba por los agujeros. A pesar de sus intentos, Simón regresó a casa con las manos vacías y muy mojado.

A pesar de las travesuras de Simón, su mamá Leonor siempre lo recibía con paciencia y amor, tratando de enseñarle a aprender de sus errores y a ser más cuidadoso en sus aventuras.

Taita Lucio, su padre, también trataba de enseñarle a Simón a ser más responsable y reflexivo en sus acciones. Pero Simón, con su espíritu libre y aventurero, siempre encontraba una nueva travesura en la que meterse.

A pesar de sus travesuras, Simón era querido en su pueblo. Sus ocurrencias y aventuras siempre eran motivo de risas y de historias para compartir entre los vecinos.

Y aunque a veces Simón causaba problemas o molestias, siempre se disculpaba y trataba de arreglar las cosas. Su inocencia y su buen corazón hacían que todos lo perdonaran rápidamente.

Al final del día, Simón siempre volvía a casa, agotado pero feliz de sus aventuras. Y aunque a veces se metía en problemas, siempre tenía una historia que contar y una lección que aprender.

Y así, a pesar de sus travesuras y ocurrencias, Simón el bobito vivía feliz en su pequeño pueblo, llenando de risas y alegría a todos los que lo conocían.