Mateo, el dinosaurio Rex, vivía en un exuberante bosque prehistórico. Siendo el dinosaurio más grande, a menudo se aprovechaba de los demás.

Un día, Mateo se encontró con Lola, una amistosa Triceratops. Lola era amable con todos, pero Mateo la trataba con desdén.

Un día, mientras Mateo estaba bebiendo agua del río, accidentalmente golpeó a Lola con su cola. Lola se tropezó y cayó al agua.

Mateo se rió al principio, pero luego se dio cuenta de que Lola no podía nadar. A pesar de su tamaño, nunca había aprendido a nadar.

Mateo, viendo a Lola luchando, se sintió culpable. Por primera vez, se dio cuenta de que su actitud hacia los demás no era correcta.

Sin pensarlo dos veces, Mateo se lanzó al agua y ayudó a Lola a llegar a la orilla. Lola, aunque asustada, agradeció a Mateo por su ayuda.

Después del incidente, Mateo se disculpó con Lola por su comportamiento. Prometió que a partir de ahora, respetaría a los demás.

Lola, con su corazón bondadoso, aceptó la disculpa de Mateo. A partir de ese día, se volvieron buenos amigos.

Mateo, con su nueva actitud, comenzó a tratar a todos los dinosaurios con respeto. Los demás dinosaurios notaron el cambio y también comenzaron a respetar a Mateo.

Con el tiempo, Mateo se convirtió en un líder respetado en el bosque. Su historia se convirtió en una lección para todos sobre la importancia del respeto.

Lola y Mateo siguieron siendo amigos y pasaron mucho tiempo juntos. Aprendieron que a pesar de sus diferencias, podían convivir en armonía.

Así, Mateo el Rex aprendió que el respeto no solo se gana con el tamaño y la fuerza, sino también con la bondad y el entendimiento.