Había una vez un ratoncito llamado Tito. Tito vivía en un agujerito en la pared de una gran casa. Un día, Tito decidió salir a explorar el jardín.

En el jardín, Tito encontró a una mariquita llamada Lola. Lola tenía puntos negros en sus alas rojas y le dijo a Tito: —¡Hola, Tito! ¿Quieres ver algo mágico?

Tito, muy curioso, siguió a Lola hasta un charquito de agua. Allí, vio a una rana llamada Rufi. Rufi saltaba y hacía croac, croac. —¡Hola, Tito! —dijo Rufi—. ¿Quieres saltar conmigo?

Tito sonrió y, aunque no podía saltar tan alto como Rufi, se divirtió mucho intentando.

Después de saltar, Tito sintió hambre. Justo entonces, un conejito blanco llamado Pepe apareció con una zanahoria. —¡Hola, Tito! —dijo Pepe—. ¿Quieres compartir mi zanahoria?

Tito, Lola, Rufi y Pepe se sentaron juntos y disfrutaron de la zanahoria. ¡Qué delicioso festín!

Cuando terminó el día, Tito regresó a su agujerito. Estaba muy cansado pero muy feliz. Había hecho nuevos amigos y había vivido una gran aventura.

Con los ojos llenos de sueño, Tito se acurrucó en su cama. Aunque estaba cansado, no pudo evitar sonreír al pensar en las aventuras del día.

Tito cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño. Soñó con saltar con Rufi, compartir zanahorias con Pepe y explorar cosas mágicas con Lola.

La luna brillaba en el cielo, lanzando un suave resplandor sobre el agujerito de Tito. Dentro, Tito dormía plácidamente, esperando las aventuras del próximo día.

Mientras Tito dormía, los sonidos de la noche llenaban el aire. Los grillos cantaban, las hojas susurraban y las estrellas brillaban. Era una noche perfecta.

Y así concluye la aventura de Tito el ratón. Pero no te preocupes, porque Tito siempre está listo para una nueva aventura. ¿Quién sabe qué encontrará mañana?