El Juramento de Monte Sacro

    By Tefy Arias

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    23 Feb, 2025

    Simón Bolívar se encuentra en la cima de una colina, su mirada perdida en el vasto horizonte que se extiende ante él.

    La tristeza por la pérdida de su esposa, María Teresa, pesa sobre sus hombros, mientras recuerda cada risa compartida y cada promesa no cumplida.

    A su lado, su maestro y mentor, Simón Rodríguez, observa en silencio, entendiendo el dolor que consume al joven.

    Simón Rodríguez rompe el silencio con voz suave, "Simón, el dolor puede ser el fuego que forja el acero más fuerte.

    ¿Qué deseas hacer con este fuego?" Bolívar levanta la cabeza, sus ojos fijos en las ruinas del Imperio Romano, un recordatorio del poder y su inevitable declive.

    Su voz es firme cuando responde, "Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español."

    Simón Rodríguez asiente con aprobación, percibiendo en Bolívar una chispa de determinación que promete cambiar el destino de un continente. "Tus palabras resuenan con el eco de la libertad, Simón.

    La historia te recordará como el Libertador," dice con orgullo. Bolívar siente que su corazón late con fuerza, cada latido un paso más hacia la causa por la que ha decidido luchar.

    La visión de un continente libre y unido se dibuja clara en su mente, alimentada por los ideales de libertad, igualdad y fraternidad que tanto ha admirado.

    Bolívar y Simón Rodríguez caminan lentamente colina abajo, sus sombras entrelazándose bajo la luz de la luna. El silencio entre ellos es cómodo, lleno de entendimiento y esperanza.

    "Este es solo el comienzo, Simón. La lucha será larga y ardua, pero recuerda siempre el juramento que has hecho," aconseja Rodríguez, con la voz llena de sabiduría.

    Bolívar mira hacia el este, donde el sol comienza a asomar, y siente que un nuevo capítulo de su vida está a punto de comenzar.

    La promesa que ha hecho no solo es un compromiso personal, sino un llamado a la acción para todos aquellos que anhelan la libertad.

    "Roma puede estar en ruinas, pero el espíritu de sus ideales vive en nosotros," reflexiona en voz alta, decidido a llevar esa antorcha hacia su patria.

    Mientras descienden, Bolívar siente una mezcla de nostalgia y emoción. Sabe que el camino que ha elegido estará lleno de desafíos, pero también de oportunidades para cambiar el curso de la historia.

    "Vamos, Simón," dice con determinación, "Tenemos mucho por hacer y un continente por liberar."

    Simón Bolívar se encuentra en la cima de una colina, su mirada perdida en el vasto horizonte que se extiende ante él. La tristeza por la pérdida de su esposa, María Teresa, pesa sobre sus hombros, mientras recuerda cada risa compartida y cada promesa no cumplida. A su lado, su maestro y mentor, Simón Rodríguez, observa en silencio, entendiendo el dolor que consume al joven.
    Simón Rodríguez rompe el silencio con voz suave, "Simón, el dolor puede ser el fuego que forja el acero más fuerte. ¿Qué deseas hacer con este fuego?" Bolívar levanta la cabeza, sus ojos fijos en las ruinas del Imperio Romano, un recordatorio del poder y su inevitable declive. Su voz es firme cuando responde, "Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español."
    Simón Rodríguez asiente con aprobación, percibiendo en Bolívar una chispa de determinación que promete cambiar el destino de un continente. "Tus palabras resuenan con el eco de la libertad, Simón. La historia te recordará como el Libertador," dice con orgullo. Bolívar siente que su corazón late con fuerza, cada latido un paso más hacia la causa por la que ha decidido luchar. La visión de un continente libre y unido se dibuja clara en su mente, alimentada por los ideales de libertad, igualdad y fraternidad que tanto ha admirado.
    Bolívar y Simón Rodríguez caminan lentamente colina abajo, sus sombras entrelazándose bajo la luz de la luna. El silencio entre ellos es cómodo, lleno de entendimiento y esperanza. "Este es solo el comienzo, Simón. La lucha será larga y ardua, pero recuerda siempre el juramento que has hecho," aconseja Rodríguez, con la voz llena de sabiduría.
    Bolívar mira hacia el este, donde el sol comienza a asomar, y siente que un nuevo capítulo de su vida está a punto de comenzar. La promesa que ha hecho no solo es un compromiso personal, sino un llamado a la acción para todos aquellos que anhelan la libertad. "Roma puede estar en ruinas, pero el espíritu de sus ideales vive en nosotros," reflexiona en voz alta, decidido a llevar esa antorcha hacia su patria.
    Mientras descienden, Bolívar siente una mezcla de nostalgia y emoción. Sabe que el camino que ha elegido estará lleno de desafíos, pero también de oportunidades para cambiar el curso de la historia. "Vamos, Simón," dice con determinación, "Tenemos mucho por hacer y un continente por liberar."