Carlos y sus amigos, en un atrevimiento juvenil, decidieron pasar la noche en la casa abandonada de la colina. La casa, conocida por sus historias de terror, se cernía ominosamente sobre ellos.

Ana, la más valiente del grupo, tomó la iniciativa y entró a la casa primero. El resto, aunque temerosos, la siguieron, decididos a enfrentar sus miedos.

Una vez dentro, Carlos y Ana comenzaron a explorar. Los sonidos extraños y las sombras inquietantes comenzaron a asustar a todos, pero ellos decidieron seguir adelante.

Mientras exploraban, Ana vio algo moverse en la oscuridad. Una figura sombría que parecía observarlos. Ana gritó, alertando a los demás.

La figura sombría se movía de manera errática y parecía acercarse a ellos. Carlos intentó mantener la calma, pero era evidente que también estaba asustado.

De repente, la figura sombría se abalanzó sobre ellos. Todos gritaron y salieron corriendo, pero la figura los perseguía.

Carlos y Ana lograron salir de la casa, pero la figura sombría los seguía. Corrieron colina abajo, con la esperanza de escapar.

Desafortunadamente, la figura sombría los alcanzó y los atrapó. Los amigos lucharon, pero no pudieron liberarse.

Carlos y Ana estaban aterrorizados. La figura sombría los miraba con ojos vacíos y parecía disfrutar de su miedo.

En un último esfuerzo, Carlos y Ana lucharon contra la figura sombría. Usaron todo lo que tenían a su alcance para defenderse.

A medida que el sol comenzaba a salir, la figura sombría comenzó a desvanecerse. Carlos y Ana, agotados pero aliviados, vieron cómo su atormentador desaparecía con la luz del día.

Finalmente libres, Carlos y Ana juraron nunca más volver a la casa abandonada. Aunque sobrevivieron, la experiencia les dejó una cicatriz que nunca olvidarán.