
Bautista and the Mysterious Treasure
By juansmarinio

28 Jun, 2023

Había una vez un pequeño hombre Bautista que vivía en un hermoso rancho llamado La Huanipera, ubicado en los pies de las majestuosas Sierras de Pocito, Bautista era un niño curioso y aventurero, de ojos pardos con mirada picara, tierna, su pelo castaño claro reflejaba al sol unos hilos dorados

Con su caballo llamado Colo, Juntos galopaban por los prados, saltaban cercas y se adentraban en los senderos de las sierras. El Colo, con su majestuosidad y fuerza, era la perfecta compañía para un pequeño aventurero como Bautista.

Princesa, la yeguita mimosa, siempre seguía de cerca a Bautista y el Colo, ansiosa por recibir caricias y mimos. Su pelaje era suave como la seda y su mirada expresaba una dulzura incomparable. Princesa también siempre estaba acompañada por Francesca una pequeña y dulce niña.

Carolina, la burrita simpática, se unía al grupo con su andar tranquilo y risueño. Era la encargada de llevar cargas ligeras y siempre estaba dispuesta a ayudar en lo que hiciera falta.

Los tres patos locos, Pato Uno, Pato Dos y Pato Tres, como les decía Bautista, eran un espectáculo aparte. Siempre chapoteaban en los charcos, revoloteaban alrededor de Bautista y le arrancaban sonrisas con sus travesuras.

La gallina traviesa, cuyo nombre nadie conocía, era una experta en esconder sus huevos. Siempre era un divertido reto para Bautista encontrarlos y era una gran satisfacción cuando finalmente los hallaba.

Todo eran travesuras y juegos. Pero Bautista, aunque muy pequeño, comprendía la responsabilidad que conllevaba cuidar de los animales del rancho.

Cada día, después de sus aventuras, se aseguraba de que todos estuvieran alimentados y a salvo. Recogía los huevos, ordenaba a las vacas, alimentaba a los caballos y jugaba con los patos. Mientras su Mama orgullosa lo miraba desde lejos

Pero su tarea favorita siempre era acariciar a Princesa. Con delicadeza, Bautista cepillaba su suave pelaje y la yeguita relinchaba de contenta, disfrutando de los mimos de su pequeño amigo humano.

El rancho estaba lleno de vida y amor gracias a Bautista y sus amigos animales. Juntos, hacían de cada día una auténtica aventura y aprendían valiosas lecciones de amistad y cuidado por la naturaleza.

A veces, las tareas en el rancho podían ser agotadoras, pero Bautista nunca se quejaba. Sabía que cada esfuerzo valía la pena para garantizar la felicidad y bienestar de sus amigos animales.

La noche caía en el rancho y Bautista, agotado pero satisfecho, se recostaba en el pajar, rodeado por sus amigos. Los animales, agradecidos por el cuidado de su joven cuidador, se acurrucaban junto a él.

Bautista, creció rodeado de amor y la compañía de sus amigos animales. Siempre recordaría esos momentos como los más preciados de su infancia, y cada noche, al planear la próxima aventura con su papá, sentía el cálido amor paterno y el susurro de las palabras: "Te amo mi potrillo... papito te ama".

Bautista sabía que tenía una gran responsabilidad, pero también sabía que tendría a sus fieles amigos a su lado, siempre listos para compartir nuevas aventuras y aprender juntos. La Huanipera era su hogar, su vida y su pasión.

Y así, cada día, Bautista volvía a despertar con el sol, listo para enfrentar un nuevo día en el rancho La Huanipera, sabiendo que, junto a su papá su mama y sus amigos animales, siempre estaría lleno de risas, travesuras y amor.