El Niño Abandonado

    By Dj

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    27 Jun, 2023

    Había una vez, en un pequeño pueblo devastado por la guerra, un niño llamado Andrés que había sido abandonado por su familia debido al caos y al miedo. El niño, de unos ocho años, estaba asustado y solo, sin nadie en quien confiar ni ningún lugar al que llamar hogar.

    Andrés vagaba por las calles, buscando refugio entre los escombros y tratando de encontrar algo de comida para sobrevivir. Durante el día, intentaba mantenerse alejado de la vista de las tropas enemigas y de aquellos que querían hacerle daño. Por las noches, se escondía en sótanos abandonados o en edificios destruidos, esperando el amanecer.

    En el centro del pueblo, había una vieja iglesia que, aunque había sufrido los efectos de la guerra, aún se mantenía en pie. Andrés solía pasar tiempo allí, ya que era un lugar seguro y le proporcionaba algo de consuelo y esperanza en medio de tanto sufrimiento.

    Un día, mientras buscaba algo de comida en la iglesia, Andrés encontró un viejo libro lleno de polvo bajo un banco roto. Lo tomó con cuidado, soplando el polvo y comenzó a leer las palabras en las páginas desgastadas. Era un libro de cuentos sobre héroes y aventuras.

    Andrés se sintió fascinado por las historias y, a pesar de no saber leer muy bien, hizo un esfuerzo por entenderlas. Soñaba con aventuras en lugares lejanos y anhelaba ser como los valientes héroes que protagonizaban los cuentos.

    Un día, mientras leía en voz baja en la iglesia, una anciana se le acercó y le preguntó si le gustaría aprender a leer mejor. Ella se presentó como doña Elvira, una antigua maestra que ahora vivía en la iglesia. Andrés aceptó con gusto su ayuda.

    Doña Elvira le enseñó a leer y escribir correctamente, y también le contó historias sobre la historia y la cultura de su pueblo. Andrés se sentía agradecido y feliz de tener a alguien con quien compartir sus días y sus sueños.

    El tiempo pasó y Andrés aprendió también a tocar música en la desvencijada guitarra de doña Elvira. La música se convirtió en un refugio para él, una forma de olvidar el horror y la tristeza que lo rodeaban.

    Un día, mientras tocaban y cantaban juntos en la iglesia, un grupo de soldados aliados entró en busca de refugio. Los soldados, impresionados por la música y la voz de Andrés, invitaron al niño y a doña Elvira a unirse a ellos en su campamento.

    Andrés y doña Elvira aceptaron la invitación, ya que sabían que era una oportunidad para encontrar un lugar más seguro para vivir. En el campamento, Andrés tocaba música para los soldados y les contaba las historias de los héroes de su libro.

    Los soldados comenzaron a ver a Andrés como un símbolo de esperanza y valentía. Su música y sus historias les ayudaban a olvidar por un momento el sufrimiento y las dificultades de la guerra.

    Andrés también aprendió de los soldados, escuchando sus propias historias y aprendiendo sobre la guerra y sus causas. Poco a poco, el niño comenzó a comprender lo difícil y complicado que era el mundo en el que vivía.

    Con el tiempo, el campamento se convirtió en un lugar lleno de esperanza y solidaridad. Los soldados compartían sus alimentos y recursos con las personas que vivían allí, y todos trabajaban juntos para construir un futuro mejor.

    Un día, mientras Andrés caminaba por el campamento, encontró un pequeño cachorro abandonado, temblando de frío y hambre. Decidió adoptarlo y lo llamó Valiente, en honor a los héroes de su libro. Valiente se convirtió en su fiel compañero, siempre a su lado.

    A medida que Andrés crecía, también lo hacía su deseo de ayudar a otros y luchar por un mundo mejor. Aunque la guerra continuaba, el niño nunca perdió la esperanza de que las cosas cambiaran.

    Doña Elvira, viendo el deseo de Andrés de hacer una diferencia, le habló de la importancia de la educación y el conocimiento en la lucha por la paz y la libertad. Andrés escuchó con atención y decidió que quería seguir aprendiendo, para poder ayudar a su pueblo y a su país.

    Cuando Andrés cumplió catorce años, doña Elvira lo llevó a otro pueblo cercano donde había una pequeña escuela dirigida por un grupo de maestros que, a pesar de las dificultades, creían en la importancia de la educación para cambiar el mundo.

    Andrés comenzó a estudiar en la escuela y aprendió sobre ciencias, matemáticas, historia y arte. Con cada nuevo conocimiento, su compromiso con la lucha por la paz y la justicia se hacía más fuerte.

    Después de varios años, la guerra finalmente llegó a su fin, y Andrés, ya un joven adulto, decidió regresar a su pueblo natal, ahora reconstruido y en paz. Junto a doña Elvira y Valiente, volvió a la iglesia donde había pasado tanto tiempo.

    Andrés decidió usar sus conocimientos y habilidades para mejorar la vida de las personas en su pueblo y en su país. Abrió una escuela en la antigua iglesia, donde enseñaba a los niños la importancia de la educación, la música y la esperanza en la construcción de un futuro mejor.

    Con el tiempo, la escuela creció y se convirtió en un lugar de reunión para el pueblo. El legado de Andrés se extendió, y su ejemplo de superación y lucha por la paz inspiró a generaciones futuras a seguir sus pasos.

    Y así, el niño abandonado y sufriendo en las calles en plena guerra se convirtió en un líder y ejemplo para su comunidad. Aunque la vida de Andrés comenzó en medio del caos y la desesperación, su amor por la música, la educación y la esperanza le llevaron a un destino lleno de luz y cambio.