
La Sonrisa de Lulú
By Yannoris

28 Jun, 2023

Lucila, o Lulú, como le gustaba que la llamaran, era una pequeña niña con una cara redonda y pecosa que nunca se veía adornada con una sonrisa. En el pequeño orfanato donde vivía, era conocida por su actitud rebelde y su mirada triste.

Los ojos de Lulú parecían espejos rojos y brillantes que reflejaban las luces de la ciudad que los rodeaba. Pero no había nada más en su mirada, no había esperanza ni alegría, solo una profunda tristeza que parecía inagotable.

En medio de la gran ciudad, el orfanato donde vivía era un pequeño oasis de tranquilidad. Sin embargo, la ciudad era hogar de personas altaneras y creídas, que nunca se detenían para mirar a los niños que vivían en el orfanato.

Lulú había perdido la fe en la humanidad. No creía que existieran personas bondadosas o dignas de confianza. Para ella, las personas eran egoístas y engañosas, siempre buscando su propio beneficio.

Pero el destino tenía un plan para Lucila o más bien, una persona que cambiaría su forma de pensar. Su nombre era Tiana, otra niña de la misma edad que llegó al orfanato un verano.

Tiana tenía una sonrisa amplia y brillante que parecía no tener fin. Todo lo contrario a Lulú, la sonrisa de Tiana parecía fertilizar la esperanza y la alegría en todos los que la rodeaban.

Al principio, Lulú no estaba segura de qué pensar de Tiana. ¿Cómo podía alguien ser tan feliz y alegre todo el tiempo? Pero con el paso del tiempo, la alegría de Tiana comenzó a contagiar a Lulú.

A través de sus risas y juegos, Tiana le mostró a Lulú que la vida podía ser dulce. Que aún, en medio de la tristeza y la soledad, existía la posibilidad de encontrar la felicidad. Que la felicidad dependería de como ella escogiera ver la vida.

Tiana también enseñó a Lulú a confiar en las personas. Le mostró que, aunque algunas personas pueden ser malas, existen otras que son dignas de confianza y que siempre estarán dispuestas a ayudar.

Con cada día que pasaba, Lulú comenzó a sonreír más. Su cara redonda y pecosa comenzó a relucir con una nueva luz, una luz de esperanza y alegría que nunca antes había mostrado.

Tiana y Lulú se volvieron inseparables. Corrían y jugaban juntas, reían juntas y, a veces, lloraban juntas. Pero siempre se tenían la una a la otra, en las buenas y en las malas.

Al ver el cambio en Lulú, los demás niños del orfanato también comenzaron a cambiar. La alegría y la esperanza que Tiana y Lulú irradiaban comenzaron a contagiar a todos.

A pesar de vivir en un orfanato, en medio de una gran ciudad llena de personas altaneras y creídas, las niñas habían encontrado la manera de ser felices. Habían encontrado la manera de sonreír y de confiar en las personas.

Esto no quiere decir que la vida en el orfanato se convirtió en un paraíso. Había días difíciles, días en los que parecía que la esperanza y la alegría se habían ido. Pero siempre tenían a Tiana y a Lulú, que les recordaban que siempre hay una razón para sonreír.

Y así, Lulú aprendió que la vida puede ser dulce. Que existen personas dignas de confianza y que, a pesar de la tristeza y la soledad, siempre hay una razón para sonreír. Y todo esto lo aprendió gracias a Tiana, su amiga, su compañera, su hermana.

Lulú ya no era la niña rebelde y enojada que nunca sonreía. Ahora, era una niña feliz y llena de esperanza, con una sonrisa que podía iluminar hasta la ciudad más oscura. Y todo gracias a Tiana, la niña que le enseñó que la vida puede ser dulce.

Y aunque Lulú sabía que la vida no siempre sería fácil, también sabía que siempre tendría a Tiana a su lado. Y eso, para ella, era suficiente para sonreír y para tener esperanza.

Así que, si alguna vez ves a una niña con una cara redonda y pecosa, con una sonrisa amplia y brillante, sabrás que esa es Lulú, la niña que aprendió que la vida puede ser dulce. Y si la ves acompañada de otra niña con una sonrisa igual de brillante, sabrás que esa es Tiana, la niña que lo hizo posible.

Juntas, Lulú y Tiana demostraron que la felicidad y la amistad pueden encontrarse en los lugares más inesperados. Que, a pesar de la tristeza y la soledad, siempre hay una razón para sonreír. Y que, a pesar de las personas con días difíciles, ellos también tendrían una esperanza para sonreír.

La historia de Lulú y Tiana es una historia de amistad y de esperanza. Es una historia que nos enseña que la vida puede ser dulce, si sabemos buscar y apreciar las cosas buenas que nos rodean.

Y aunque la vida en la gran ciudad continuó su frenético paso, para Lulú, Tiana y los demás niños del orfanato, la vida se volvió más dulce. Y todo gracias a dos pequeñas niñas que decidieron sonreír, a pesar de todo.

Así, cada vez que Lulú mira sus ojos rojos y brillantes en el espejo, ya no ve tristeza. Ahora, ve esperanza, alegría y amor. Y todo esto lo ve, porque una vez, una pequeña niña llamada Tiana, le mostró que la vida puede ser dulce.

La vida de Lulú ya no es la misma, y ella no podría estar más agradecida. Gracias a Tiana, ella ahora conoce las maravillas de la amistad y la dicha de sonreír. Y aunque la vida pueda ser dura a veces, ella sabe que siempre habrá razones para sonreír y personas en las que confiar.

Y así, en el pequeño orfanato en el corazón de la gran ciudad, la vida era un poco más dulce, un poco más brillante. Gracias a la amistad entre Lulú y Tiana, la tristeza se había convertido en alegría, y la desesperanza en esperanza. Y aunque la ciudad seguía llena de gente altanera y creída, ellas sabían que siempre habría bondad en las personas.

Es una simple historia, una historia de dos niñas y su amistad. Pero también es una historia de cómo la bondad y la alegría pueden cambiar la vida de las personas. Y cómo, a pesar de la tristeza y la soledad, siempre hay razones para sonreír.