
The Colorful Cuy
By KARINA YSOLINA

20 Jul, 2023

En la cima de los Andes peruanos, donde las montañas alcanzan el cielo y el aire es puro, vivían una llama, una alpaca, una vicuña y un cuy. Eran vecinos en un valle rodeado por montañas gigantes cubiertos de nieve eterna.

La llama, la alpaca y la vicuña eran grandes y hermosas, con gruesos abrigos de lana que las protegían del frío. Adoraban sus elegantes colores: crema para la llama, blanco para la alpaca y marrón dorado para la vicuña.

En contraposición, el cuy era pequeño, con un pelaje grisáceo y opaco. Aunque era inteligente y amable, las tres no lo valoraban. Se burlaban de él por su pequeño tamaño y color de pelo.

"Eres tan pequeño que podrías perderte entre las piedras", se burlaba la alpaca. "Ni siquiera puedes alcanzar los arbustos más bajos", se reía la vicuña. "Tu pelaje es tan opaco que casi no te vemos", decía la llama.

El cuy, aunque entristecido por sus palabras, trataba de mantenerse en alto. Siempre contestaba con una sonrisa y decía "Cada uno es único a su manera". No obstante, sus palabras caían en oídos sordos.

Un día, un águila gigante descendió sobre el valle. Cazaba a cualquier animal su tamaño o menor. Las tres se asustaron al ver al águila volar sobre ellas, su sombra bloqueando el sol.

El águila empezó a rondar cerca de ellas y, al día siguiente, atacó. La alpaca corrió veloz, pero tropezó y cayó. El águila se abalanzó sobre ella, listo para capturarla.

Pero de la nada, un pequeño cuerpo corrió más rápido que el viento. El cuy, aún siendo más pequeño, se lanzó contra el águila, distrayéndola y dando tiempo a la alpaca para escapar.

El águila, sorprendida, se volvió hacia el cuy. Pero éste ya se había escondido entre las rocas, un lugar donde el águila no podía alcanzarlo. Así, el cuy logró frustrar el ataque del águila.

El cuy demostró que, a pesar de su tamaño y color de piel, era valiente y listo, capaz de salvar a sus compañeros a pesar de sus burlas. A partir de ese día, nada volvió a ser igual en el valle.

La llama, la alpaca y la vicuña, avergonzadas por su falta de respeto, pidieron perdón al cuy. Reconocieron que su tamaño y color de piel no importaban; lo que importaba era su valentía y amabilidad.

El cuy, con su corazón bondadoso, aceptó sus disculpas. Les recordó que cada criatura tiene su propio valor y ningún ser tiene el derecho de burlarse de los demás por su apariencia.

Y así, la llama, la alpaca, la vicuña y el cuy se volvieron grandes amigos. Aprendieron a apreciar las diferencias y a valorar la singularidad de cada uno. El águila nunca más volvió al valle.

Desde entonces, sus risas y juegos se podían escuchar en todo el valle. Los cuatro compañeros encontraron un gran respeto y aprecio por las diferencias de cada uno. Aprendieron que la diversidad es lo que nos hace hermosos.

El valle de los Andes resuena ahora con las historias de la valentía del pequeño cuy. Los niños que pastorean en las laderas han aprendido la lección de nunca juzgar a otros por su apariencia.

Y así, el cuy, que una vez fue objeto de burla, se convirtió en un héroe. Aunque pequeño y de color opaco, demostró ser valiente y listo, enseñando a todos una valiosa lección de respeto y amistad.

Esta historia es recordada y contada por los pastores andinos cada vez que ven a un cuy. Lo hacen para enseñar a niños y adultos, que lo que cuenta no es el exterior, sino el valor interior.

La lección aprendida por la llama, la alpaca y la vicuña, fue tan profunda que sus miradas al cuy cambiaron para siempre. Su respeto hacia él brillaba en sus ojos cada vez que lo veían.

El cuy, a pesar de haber salvado a sus amigos y ganado su respeto, siguió siendo humilde. Siempre recordando a sus amigos que todos son especiales a su manera y nadie tiene el derecho de juzgar a los demás.

La historia del cuy en el valle de los Andes se ha mantenido viva hasta hoy. Aún se puede escuchar en las canciones que los pastores cantan al ver a una llama, una alpaca, una vicuña... y un cuy.

Este cuento popular se ha convertido en una valiosa lección para los habitantes de la sierra. Le recuerda a cada generación el valor de la humildad, el respeto hacia los demás y la importancia de la diversidad.

Los Andes peruanos, con su rica biodiversidad y culturas ancestrales, siguen siendo un lugar donde se valora y respeta a todas las criaturas, independientemente de su apariencia. Aunque pequeños, son grandes en espíritu.

No importa cuán grande o pequeño seas, ni el color de tu piel o pelaje. Al final del día, lo que realmente importa es tu valentía y bondad, como demostró el cuy con su heroico acto.

El cuy, con su ejemplo, nos enseña que todos somos iguales, y todos somos especiales. Nos invita a tener la valentía de ser quienes somos y nos incita a tratar a los demás con respeto y bondad.

Y por eso, siempre que las estrellas brillan en el cielo andino y la luna ilumina la nieve de las montañas, se rememora la historia del cuy. Un pequeño héroe en un grande y hermoso valle.

Así, en lo alto de los majestuosos Andes, el cuy sigue siendo un ejemplo de humildad y valor. Nos enseña que, aunque pequeños, todos tenemos la capacidad de hacer grandes cosas.

Así, su historia se convierte en una luz que brilla en la oscuridad, demostrando que la grandeza no se mide por la apariencia física, sino por el coraje y la bondad presentes en cada corazón.

El cuy, a pesar de su apariencia simple, es en realidad un guerrero, y su historia nos enseña a todos a honrar nuestras diferencias. Nos muestra que cada uno de nosotros puede ser un héroe a nuestra manera.

Y al final del día, cada vez que la luna se alza sobre los picos de los Andes, el recuerdo del valiente cuy se mantiene vivo. Es un recordatorio de que el verdadero valor no se mide por el tamaño o el color, sino por el coraje y la bondad.

Por lo tanto, la próxima vez que escuchen la historia del cuy en los Andes de Perú, recuerden su valentía. Recuerden que todos somos únicos a nuestra manera y, tal como el cuy, todos podemos hacer la diferencia.

De esta manera, la historia del valiente cuy continúa resonando en los valles de los Andes. Su mensaje de respeto y diversidad sigue siendo una valiosa lección para todos, sin importar dónde estemos o cómo seamos.

Así, en los picos de los Andes, entre la llama, la alpaca y la vicuña, el cuy permanece como un recordatorio de la valiosa lección que enseñó: la verdadera grandeza se encuentra en la bondad y el valor, no en la apariencia.

Por lo tanto, no juzgues a un libro por su cubierta, ni a un cuy por su tamaño o color de pelaje. Cada ser tiene su propia belleza y valor. Todos somos iguales, todos somos importantes. Al final del día, todos somos parte de este mundo maravilloso.

Recuerden siempre el valle de los Andes y la lección del cuy. El respeto por las diferencias y la importancia de la bondad y la valentía. Lleva estos valores contigo, y nunca olvides el valor de cada ser, sin importar cómo se vea.

Así finaliza la historia del valiente y pequeño cuy de los Andes peruanos. Un cuento de valentía, amistad y respeto que, por siempre, será recordado en las montañas nevadas de los imponentes Andes.