
The Fading Rainbow
By sberms

28 Jun, 2023

Había una vez una princesa mágica y extraordinaria. Su nombre no era como los de las demás princesas que conoces. No se llamaba Aurora, ni Bella, ni Cenicienta. Su nombre era Princesa Arcoíris. ¿Y sabes por qué tenía ese nombre? Porque su pelo largo y sedoso eran como una cascada de colores vibrantes, un arco iris que caía desde su cabeza hasta la cintura.

La Princesa Arcoíris era amiga de todas las criaturas del reino. Pájaros y mariposas se posaban en su pelo arcoíris y jugaban con los colores. Los ciervos y los conejos la seguían donde quiera que fuera, esperando a que les acariciara con sus delicadas manos. La princesa siempre tenía una sonrisa para cada uno de ellos.

Pero un día, algo pasó. El arco iris de su pelo perdió su brillo, se volvió gris y triste. Los colores vibrantes se desvanecieron y se volvieron grises. La Princesa Arcoíris no entendía qué estaba pasando. Su reflejo en el espejo le mostraba una imagen que apenas reconocía.

De repente, se sintió muy triste. No podía entender por qué su arco iris se había desvanecido. Los pájaros y mariposas ya no se posaban en su cabello para jugar con los colores, los ciervos y los conejos ya no la seguían. No era divertido ser una princesa sin su arco iris.

No le gustaba sentirse así. Por eso, decidió visitar al sabio de la aldea para pedirle consejo. El anciano sabio era conocido en todo el reino por su gran inteligencia y su sabiduría. Si alguien podía ayudarla, ese era el sabio.

Cuando llegó a la aldea, la gente se sorprendió de ver a la princesa con el pelo gris. Se acercaron a ella con curiosidad, pero ella bajó la cabeza, avergonzada. No se sentía como la Princesa Arcoíris sin su arco iris.

Pronto llegó a la casa del sabio. El anciano la miró con sus ojos profundos y sonrió amablemente. "Princesa Arcoíris", dijo con una voz suave y cálida, "¿qué te trae por aquí?" La princesa le contó su problema, y el sabio escuchó con atención.

Después de escucharla, el sabio dijo, "Tu arco iris se ha ido porque ha dejado de llover." La princesa se sintió confundida. No tenía sentido. Nunca antes había dependido de la lluvia para mantener su arco iris. Pero el sabio añadió, "Tu arco iris necesita la lluvia para brillar, no la lluvia del cielo, sino la lluvia de tu corazón."

El sabio explicó que el arco iris de la princesa se alimentaba de su alegría y su amor por los animales y la naturaleza. Pero al dejar de jugar y disfrutar de su amor por los animales y la naturaleza, su arco iris interior dejó de brillar.

"La solución es sencilla", dijo el sabio. "Vuelve a buscar la alegría en tu corazón. Vuelve a jugar con los animales, vuelve a amar la naturaleza. Y así, tu arco iris volverá a brillar." La Princesa Arcoíris agradeció al sabio y volvió a su castillo.

Al día siguiente, la princesa decidió seguir el consejo del sabio. Empezó a jugar de nuevo con los animales. Comenzó a disfrutar de nuevo de la naturaleza. Rió, bailó y jugó como solía hacer. Y, al hacerlo, empezó a sentir un cosquilleo en su cabello.

Mientras jugaba y reía, los colores comenzaron a volver a su pelo. El gris se desvaneció para dar paso a los colores vibrantes del arco iris. Los animales se acercaron, y los pájaros y mariposas volvieron a posarse en su pelo. Los ciervos y los conejos también, volvieron a seguirla por todas partes.

Al final del día, el pelo de la princesa era un arco iris de colores brillantes. Su sonrisa era tan brillante como su pelo. Había encontrado de nuevo la alegría en su corazón, y con ella, su arco iris había vuelto.

La Princesa Arcoíris se miró al espejo y sonrió. Se veía a sí misma, la princesa que siempre había sido. Una princesa alegre, amante de los animales y la naturaleza, con un arco iris de colores brillantes en su pelo.

Desde aquel día, la Princesa Arcoíris nunca olvidó su lección. Cada vez que sentía que su arco iris empezaba a apagarse, buscaba en su corazón la lluvia de alegría que alimentaba su arco iris. Y así, su pelo siempre brillaba con los colores del arco iris, y siempre tenía una sonrisa para cada criatura de su reino.

Y así, la Princesa Arcoíris aprendió que la felicidad y la alegría no vienen de fuera, sino del interior. Que el amor por la naturaleza y los animales era lo que hacía brillar su arco iris. Que la verdadera belleza no depende de los colores de nuestro pelo, sino de la luz que llevamos en nuestro corazón.

Y es que, al final, todos llevamos un arco iris dentro de nosotros. Todos tenemos la capacidad de brillar con colores vivos y alegres. Pero para hacerlo, necesitamos alimentar nuestro arco iris interno con amor, alegría y felicidad. Y eso, es algo que solo podemos encontrar dentro de nosotros mismos.

Entonces, cuando estés triste y sientas que tu arco iris interno se está desvaneciendo, recuerda a la Princesa Arcoíris. Recuerda cómo encontró su arco iris interior. Quizás tú también puedas encontrar el tuyo.

Y si alguna vez ves a una princesa con un largo pelo arco iris, sabrás que no es solo una princesa. Es una princesa que ha aprendido a amar, a jugar, a disfrutar de la vida y a buscar la alegría en su corazón. Porque esa es la verdadera magia de la Princesa Arcoíris.

Y así, aunque la Princesa Arcoíris es un personaje de un cuento, su lección es real. Todos podemos ser como ella, si recordamos alimentar nuestro arco iris interno con amor y alegría. No importa cuán gris parezca el mundo a veces, siempre podemos encontrar la manera de hacer brillar nuestro arco iris.