
The Magical Strawberry
By Carlos

25 Jul, 2023

Había una vez una niña llamada Alma, de tan solo 5 años de edad. Alma era una niña alegre y curiosa, con una sonrisa que iluminaba cualquier habitación en la que entrara. Tenía una pasión especial por las fresas, disfrutando de su dulce sabor y su hermoso color rojo brillante.

Pero un día, la vida de Alma dio un giro inesperado. Su adorada perra, Mora, enfermó gravemente y no pudo recuperarse. Alma estaba devastada y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras despedía a su fiel compañera. Desconsolada, buscaba consuelo en alguna forma o manera.

En ese momento, su abuela, Alicia, quien siempre estaba allí para apoyarla, se acercó a Alma con una sorpresa. Con una sonrisa cálida y amorosa en su rostro, la abuela Alicia le entregó una deliciosa bandeja de fresas frescas, las favoritas de Alma. Las fresas eran grandes y jugosas, con un aroma dulce que llenaba el aire.

Alma miró las fresas con asombro y una chispa de alegría regresó a sus ojos. Aunque todavía triste por la pérdida de su perra Mora, sabía que su abuela había pensado en ella y deseaba consolarla de alguna manera. La niña tomó una fresa y la saboreó lentamente, dejando que el dulce sabor llenara su boca y su corazón.

Desde aquel día, Alma encontró un consuelo especial en las fresas. Cada vez que se sentía triste o añoraba a su perra Mora, su abuela Alicia estaba allí para ofrecerle una bandeja de fresas frescas. Estas deliciosas frutas se convirtieron en un recordatorio de amor y cariño, una forma de mantener viva la memoria de Mora en su corazón.

Los meses pasaron y Alma creció un poco más. Aunque la tristeza por la pérdida de Mora nunca desapareció por completo, las fresas continuaron brindándole consuelo y alegría. Con el tiempo, la niña comenzó a experimentar y a aprender nuevas formas de disfrutar de las fresas. Las mezclaba con yogur, las convertía en batidos o las agregaba a sus pasteles favoritos.

Alma también descubrió que las fresas se podían compartir con otros. Cuando sus amigos venían a jugar, ella les ofrecía un plato lleno de fresas jugosas. La felicidad que veía en el rostro de sus amigos al probar las frutas la llenaba de una sensación de alegría y satisfacción. Se dio cuenta de que las fresas no solo eran un consuelo para ella, sino que también podían ser un regalo para otros.

A medida que Alma crecía, su pasión por las fresas se hizo más fuerte. Comenzó a investigar sobre diferentes variedades de fresas y a cultivar sus propias plantas en el jardín. Con paciencia y cuidado, vio cómo las pequeñas flores blancas se convertían en deliciosas frutas rojas. Cada logro en su jardín de fresas la llenaba de orgullo y satisfacción.

Alma también aprendió que las fresas no solo eran deliciosas, sino que también eran buenas para su salud. Descubrió que eran ricas en vitamina C y antioxidantes, lo que ayudaba a mantener su cuerpo fuerte y saludable. Desde entonces, las fresas se convirtieron en su merienda favorita, disfrutándolas no solo por su sabor, sino también por los beneficios que aportaban a su bienestar general.

A medida que el tiempo pasaba, Alma se convirtió en una joven mujer. Aunque sus gustos y preferencias cambiaron, su amor por las fresas nunca disminuyó. Incluso en su vida adulta, siempre encontraba una manera de incorporar las fresas a sus comidas y postres. Cada vez que saboreaba una fresa, recordaba con cariño a su abuela Alicia y a su fiel perra Mora.

Finalmente, Alma decidió compartir su amor por las fresas con el mundo. Abrió una pequeña tienda de postres donde ofrecía deliciosos pasteles y helados, todos hechos con fresas frescas y de alta calidad. La gente venía de todas partes para probar sus creaciones y disfrutar del auténtico sabor de las fresas. Alma estaba feliz de poder compartir su pasión con los demás y ver cómo sus creaciones traían alegría a la vida de las personas.

Con el tiempo, la tienda de fresas de Alma se convirtió en un éxito y su nombre se hizo famoso en la ciudad. A pesar de su éxito, nunca olvidó sus humildes comienzos y siempre se mantuvo agradecida por su abuela Alicia, quien le había regalado las primeras fresas en un momento de tristeza. Para Alma, las fresas no solo eran una deliciosa fruta, sino también un recordatorio constante del poder del amor y el consuelo en los momentos difíciles.