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    El Cuento de los Tres Cerditos

    Los tres cerditos, decididos a independizarse, se reunieron bajo la sombra de un gran roble. El primer cerdito, conocido por su pereza, comentó: "No quiero trabajar demasiado, construiré mi casa de paja." El segundo cerdito, un poco más diligente, replicó: "Yo creo que la madera es una mejor opción para mi casa." Finalmente, el tercer cerdito, el más sabio, reflexionó: "Prefiero dedicar tiempo y esfuerzo para hacer mi casa de ladrillos, será la más fuerte."
    El primer cerdito trabajó rápidamente, amontonando paja hasta formar una pequeña cabaña. Satisfecho, se recostó a descansar mientras el segundo cerdito aún martillaba tablas de madera, formando una estructura más sólida. El tercer cerdito, con paciencia, colocaba ladrillo tras ladrillo, asegurándose de que cada uno estuviera en su lugar. "Esto llevará tiempo, pero valdrá la pena," pensó con determinación.
    El lobo feroz, hambriento y astuto, olfateó el aire, detectando el aroma de los cerditos. Se dirigió primero a la casa de paja del primer cerdito. Con un soplido poderoso, derribó la frágil estructura. El primer cerdito, aterrorizado, corrió hacia la casa de madera de su hermano.
    El segundo cerdito abrió la puerta para dejar entrar a su hermano, justo antes de que el lobo llegara. "¡Cierra la puerta!" gritó el segundo cerdito. Pero el lobo no se detuvo. Sopló con más fuerza, y la casa de madera no pudo resistir. Ambos cerditos huyeron hacia la casa de ladrillos del tercer cerdito.
    El tercer cerdito recibió a sus hermanos con los brazos abiertos, asegurando la puerta tras ellos. "Esta casa resistirá," afirmó con confianza. El lobo, frustrado, sopló y sopló, pero la casa de ladrillos se mantuvo firme. El tercer cerdito había preparado una olla de agua hirviendo bajo la chimenea, listo para cualquier eventualidad.
    El lobo, decidido a no irse con las manos vacías, trepó hasta la chimenea. Pero al caer en la olla de agua hirviendo, soltó un aullido de dolor y huyó al bosque, prometiendo nunca más molestar a los cerditos. "Hemos aprendido la importancia del trabajo duro y la planificación," reflexionó el tercer cerdito, mientras los tres hermanos se abrazaban, contentos de estar a salvo. Y así, vivieron felices y seguros en la sólida casa de ladrillos.