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    El campesino Luis se levanta de su humilde cama, sus manos ya acostumbradas al trabajo duro se preparan para un largo día en el campo. Observa por la ventana el vasto terreno que debe labrar, sintiendo una mezcla de esperanza y desesperación.
    Mientras labra la tierra, sus pensamientos vuelven una y otra vez a los rumores sobre los Estados Generales. "¿Será cierto que algo está a punto de cambiar?", se pregunta mientras su azada golpea el suelo seco.
    Uno de sus compañeros, Pierre, un hombre robusto con un rostro curtido por el sol, se acerca. "Dicen que el Rey realmente quiere escuchar a la gente," comenta, su voz cargada de escepticismo.
    Mira al cielo, buscando respuestas que aún no llegan. "Si tan solo pudiera hacer más por mi familia," piensa, mientras la imagen de sus hijos durmiendo le da una renovada determinación.
    Su esposa, Marie, una mujer de ojos amables y sonrisa cálida, ofrece palabras de aliento. "Lo importante es que estamos juntos," dice, mientras sus hijos la miran con esperanza.
    Antes de cerrar los ojos, se permite un último pensamiento positivo. "Tal vez, solo tal vez, este sea el comienzo de un cambio," se dice, aferrándose a la pequeña chispa de esperanza que aún arde en su corazón.