Jesús se encuentra rodeado de sus discípulos en la ladera de una colina. Todos están sentados en círculo, observando con atención a su maestro. La serenidad del momento es palpable, y el canto de un ave lejana rompe el silencio. "Mis queridos amigos, hoy hablaremos sobre la fe y el amor," dice Jesús con voz suave pero firme.
Pedro levanta la mano, su expresión llena de entusiasmo. "Maestro, ¿cómo podemos fortalecer nuestra fe?" pregunta con sinceridad. Jesús le sonríe con afecto. "La fe crece cuando confías en el amor que se encuentra en cada uno de ustedes," responde Jesús, mirando a cada uno de ellos a los ojos.
Juan cierra los ojos, absorbiendo cada palabra. "Entiendo, Maestro. Debemos encontrar el amor en nuestras acciones diarias," murmura. Jesús asiente, su mirada llena de aprobación.
Andrés toma la palabra, su voz vibrante y decidida. "Propongo que cada día, cada uno de nosotros haga un acto de bondad, recordando las enseñanzas de nuestro Maestro," sugiere. Los demás asienten, inspirados por la idea.
Jesús observa con orgullo, sintiendo el amor y la unidad entre sus seguidores. "Recuerden, cada pequeño acto de amor puede transformar el mundo," les dice. Con esas palabras, se preparan para descender la colina, listos para llevar el mensaje de fe y amor al mundo.