
Draco the Peaceful Dragon
By bella Isa

17 Aug, 2023

En un reino donde los dragones eran temidos por sus llamas furiosas y rugidos estruendosos, había uno que era diferente. Su nombre era Draco.

Draco no disfrutaba de la lucha ni del caos. En cambio, prefería la paz y la tranquilidad. Por eso, decidió irse lejos y encontrar un nuevo hogar.

Encontró una cueva en un rincón apacible del bosque, lejos del ruido y de las peleas. Convirtió esa cueva en su hogar, llenándola de comodidades y calidez.

En el mismo bosque, vivía un niño huerfano. Su nombre era Pedro. Era un niño solitario que a menudo vagabundeaba por el bosque.

Un día, Pedro se tropezó accidentalmente con la cueva de Draco. Intrigado, decidió explorarla y dentro, encontró a Draco durmiendo pacíficamente.

Al principio, Pedro se asustó al ver a un gran dragón. Pero pronto se dio cuenta de que Draco era diferente; era amable y pacífico.

Pedro volvió a la cueva todos los días, y Draco disfrutaba de su compañía. Juntos, jugaban, aprendían y compartían historias.

Pedro se dio cuenta de que Draco era sabio y amable, y Draco encontró en Pedro al amigo que nunca había tenido. Se volvieron inseparables.

Durante el día, exploraban el bosque juntos. A Pedro le encantaba montar en la espalda de Draco mientras volaban sobre los árboles.

Para Pedro, el tiempo con Draco era su escape del mundo real. Era un mundo donde la soledad de ser huérfano no lo tocaba.

Y por las noches, bajo la luz de la luna, Pedro leía cuentos a Draco. Al dragón le encantaban las historias de Pedro.

Esas historias les dieron a ambos una visión del mundo exterior, con sus alegrías y sus penas, sus desafíos y sus triunfos.

A medida que pasaba el tiempo, Pedro y Draco crecieron en comprensión y respeto mutuo. Se protegían el uno al otro y se cuidaban.

Pero un día, los otros dragones descubrieron la cueva de Draco. Exigieron que Draco regresara a la lucha, pero él se negó.

Los dragones amenazaron con hacerle daño a Pedro si Draco no obedecía. Pero Draco, en un acto de valentía, los enfrentó y protegió a Pedro.

Draco mostró a los otros dragones que no todas las batallas se ganan con fuego y garras. Algunas batallas se ganan con valentía y corazón.

Al final, los dragones se fueron, dejando a Draco y a Pedro solos. Ambos respiraron aliviados, sabiendo que su amistad había prevalecido.

Esa noche, bajo la luz de la luna, Pedro y Draco celebraron con cuentos y risas. Habían aprendido que el verdadero poder no está en la fuerza, sino en la amistad.

Después de eso, los días volvieron a la normalidad para Pedro y Draco. Pero sabían que, pase lo que pase, siempre tendrían uno al otro.

En el corazón del bosque, la cueva de Draco seguía siendo un lugar de paz y tranquilidad. Era un hogar para dos amigos improbables, pero fieles.

Pedro ya no era simplemente un huérfano. Era el amigo de un dragón, compartiendo aventuras y risas bajo la luz de la luna.

Y Draco ya no era sólo un dragón. Era el guardián de un niño, enseñándole las maravillas del bosque y la alegría de tener un amigo.

Juntos, Pedro y Draco demostraron que la amistad puede surgir en los lugares más inesperados. Y que la verdadera fuerza se encuentra en la bondad y el amor.

Cada uno con su propia historia, Draco, el dragón amante de la paz, y Pedro, el niño huérfano aventurero, habían encontrado una familia en el otro.

Y así, en una cueva en lo profundo del bosque, vivían un dragón y su pequeño amigo humano, compartiendo historias y creciendo juntos día a día.