The Circle of Fire

    By Auza

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    02 Sep, 2023

    Luces tenues iluminaban el antiguo libro de hechizos que Alfonso había encontrado en el desván de su abuelo. Las palabras, aunque antiguas y enredadas, parecían cobrar vida ante sus ojos, hablando de una misión sagrada y de un destino que era suyo por derecho.

    Alfonso se sentía atraído por el círculo de fuego que el libro describía, era una llamada irresistible que no podía ignorar. Tragó saliva, retando a la oscuridad que parecía acecharlo. Su corazón retumbaba en su pecho como un tambor de guerra.

    La noche parecía oprimir el corazón de Alfonso mientras recorría las calles estrechas y silenciosas, buscando el lugar perfecto para invocar al círculo de fuego. La oscuridad lo seguía como un lobo feroz, ansioso de verlo caer.

    Finalmente, casi al borde del bosque, encontró un claro bajo la luz temblorosa de la estrella más pequeña en el cielo. Ese sería su campo de batalla contra la terrible oscuridad.

    Con resolución, Alfonso se arrodilló en el centro del claro y comenzó a dibujar un círculo en la tierra con una rama. Cada trazo resonaba con una energía invisible que hacía vibrar su cuerpo.

    Un susurro subliminal con fuerza se escuchó cuando terminó el círculo. Era el viejo conjuro de las páginas amarillentas, que ahora estaba al alcance de su voz y de su voluntad.

    "Ahora eres capaz de invocar al círculo de fuego", decía el libro. Y así, Alfonso comenzó a repetir las palabras escritas en el libro, cada una un eco vibrante en la solitaria noche.

    A medida que pronunciaba el conjuro, una luz intensa comenzó a emerger del círculo. Era un fuego ardiente, un faro en la oscuridad, su escudo y su espada contra la terrible oscuridad.

    El círculo de fuego brillaba con una luz intensa, iluminando el claro y alejando la negrura que lo acechaba a las sombras. Alfonso sintió una oleada de alivio y de triunfo.

    A pesar del éxito, Alfonso sabía que debía permanecer alerta. La misión sagrada aún no estaba completa y el destino que las estrellas le habían prometido todavía estaba lejos.

    Por ahora, estuvo a salvo dentro del círculo de fuego, pero sabía que la noche no había terminado. El lobo oscuro todavía acechaba, esperando su momento para atacar.

    Con la seguridad de la luz a su alrededor, Alfonso se sentó y comenzó a escuchar. La voz dentro de él le diría qué sendero debía tomar, qué desafíos debía enfrentar a continuación.

    Pasaron horas, quizás días. La luna desapareció y reapareció, y las estrellas cambiaron de posición en el cielo. Y finalmente, la voz dentro de Alfonso habló.

    Le contó sobre su destino, sobre los desafíos que debía enfrentar y las pruebas que debía superar. Le habló de la oscuridad que debía vencer y de la luz que debía proteger.

    Aunque asustado, Alfonso se sintió fortalecido por la voz. Sabía que tenía un camino que recorrer, un viaje que realizar. Y por primera vez en mucho tiempo, se sintió verdaderamente vivo.

    Al amanecer, se puso de pie, el fuego del círculo parpadeó y se extinguió. Pero Alfonso no temía ya a la oscuridad. Su corazón era un faro de luz más brillante que cualquier fuego.

    Comenzó su viaje con pasos decididos, llevando consigo el recuerdo del círculo de fuego y la misión sagrada que le habían confiado. La oscuridad ya no era un enemigo, sino un desafío que debía vencer.

    No fue fácil. Hubo momentos de duda y miedo. Pero cada vez que la oscuridad amenazaba con abrumarlo, recordaba su círculo de fuego, su escudo de luz, y la oscuridad retrocedía.

    A través de montañas y valles, ríos y bosques, Alfonso se adentró en su misión. Cada paso lo acercaba más a su destino, cada desafío superado le daba más fuerza para continuar.

    Pero Alfonso nunca estuvo solo en su viaje. La pequeña estrella, que una vez había iluminado su claro en el bosque, parecía seguirlo a donde quiera que fuera, un pequeño faro en la oscuridad.

    A lo largo de su viaje, Alfonso encontró amistades y aliados, todos ellos atraídos por la luz de su determinación y el fuego de su espíritu. No caminó solo en la oscuridad, sino rodeado de luces.

    Y mientras continuaba su viaje, cada vez más convencido de su misión y su destino, Alfonso se dio cuenta de algo: la oscuridad no era su enemigo. Era simplemente una parte del mundo, una que necesitaba de su luz.

    Con esta nueva comprensión, Alfonso continuó su viaje, ya no con miedo, sino con una aceptación tranquila. Y cada paso que daba parecía alejar un poco más la oscuridad, iluminar un poco más el camino.

    Al final, Alfonso llegó a su destino: un alto acantilado que daba al mar, donde las estrellas parecían caer directamente al agua. Allí, en el lugar donde el cielo se encontraba con el mar, encontró su círculo de fuego.

    Brillaba con la misma luz que una vez había iluminado el claro, un faro en la oscuridad, un escudo contra el miedo. Alfonso sabía que había encontrado lo que buscaba, había alcanzado su destino.

    Y con una sonrisa satisfecha, miró al cielo estrellado que una vez había parecido tan distante y oscuro, y ahora parecía achicarse ante la luz de su círculo de fuego. Había cumplido su misión, había encontrado su lugar en el universo.

    Alfonso sabía que su viaje no había terminado, que aún había oscuridad en el mundo que necesitaba de su luz. Pero por ahora, se permitió disfrutar de su victoria, de la belleza de su círculo de fuego, y del brillo de su pequeña estrella.

    Y en ese momento, en el silencio del acantilado y bajo la luz de las estrellas, Alfonso se sintió capaz de cualquier cosa. Porque sabía que tenía dentro de él la fuerza para invocar al círculo de fuego, para enfrentar y abrazar la oscuridad.

    Y con esa certeza en su corazón, Alfonso miró hacia el futuro. No sabía qué le depararía, qué desafíos encontraría o qué oscuridades tendría que enfrentar. Pero sabía que estaría preparado para enfrentarlos, con el círculo de fuego en su corazón y la luz de las estrellas en sus ojos.

    Porque Alfonso había aprendido que cada uno de nosotros lleva dentro de sí un círculo de fuego, una luz que puede iluminar las oscuridades más profundas. Y con esa luz, cualquier oscuridad puede ser vencida, cualquier destino puede alcanzarse.

    Así, Alfonso, con el corazón lleno de determinación y los ojos llenos de estrellas, continuó su viaje, llevando consigo su círculo de fuego. Y aunque la oscuridad aún acechaba, sabía que siempre tendría la luz para vencerla.

    Y en la distancia, la pequeña estrella continuaba brillando, siguiéndolo a donde quiera que fuera, recordándole que la más pequeña de las luces puede superar la oscuridad más terrible. Y eso, al final del día, era todo lo que Alfonso necesitaba saber.

    Al final, Alfonso entendió que no importaba cuán oscuro pareciera el camino, siempre habría una luz que le guiaría. Y esa luz, esa chispa dentro de él, era su círculo de fuego, su misión sagrada. Y eso le daba la fuerza para seguir adelante, para desafiar cualquier oscuridad.

    Y así, con su círculo de fuego en su corazón y la luz de las estrellas en sus ojos, Alfonso continuó su viaje, listo para enfrentar cualquier desafío que se le presentara. Porque sabía que no importaba cuán oscuro pudiera ser el camino, siempre tendría la luz para encontrar el camino.

    Y aunque la oscuridad podría seguir acechándolo, Alfonso sabía que siempre tendría la luz de su círculo de fuego para guiarlo. Y con esa luz, sabía que podría enfrentar cualquier desafío, cumplir cualquier misión, y alcanzar cualquier destino.