
The Fumbling Feline
By Storybird

01 Jul, 2023

El gato Fluffy, con sus grandes ojos dorados y su pelaje naranja, se preparó para su primer día de escuela. Con su pequeño morral colgando de su espalda, estaba decidido a aprender a escribir.

En su primer día, Fluffy se encontró con un inconveniente. Su pata, a pesar de ser ágil para subir árboles o jugar, no podía sostener el lápiz correctamente.

En su segundo intento, Fluffy intentó usar sus garras para escribir, pero sólo logró romper el papel. La frustración se apoderó de él, pero no se rindió.

En la lección de gramática, Fluffy intentó comprender la diferencia entre "miau" y "miau", pero todo le parecía igual. Obstinado, decidió que practicaría hasta dominarlo.

Un día, mientras intentaba escribir su nombre, derramó todo el tintero sobre su cuaderno. Fluffy se sintió desalentado, pero prometió intentarlo de nuevo al día siguiente.

Luego vino la tarea de dibujar. Fluffy pensó que podría ser su oportunidad de brillar, pero sus patas dibujaban sólo garabatos ininteligibles. Aún así, no perdió la esperanza.

En el día de poesía, Fluffy intentó rimar palabras, pero sólo podía pensar en "ratón" y "cazón". Aunque se desesperó, decidió que aprendería a amar las palabras.

El día del debate, Fluffy estaba emocionado. Pero, en lugar de argumentar, empezó a ronronear y se quedó dormido. Se despertó avergonzado pero decidido a ser mejor.

La clase de caligrafía fue otro desafío. Fluffy sólo podía producir rayas desordenadas. A pesar de las risas de sus compañeros, Fluffy mantuvo la cabeza alta.

En su último día, Fluffy se sentía desanimado. Pero cuando vio su reflejo en un charco, se dio cuenta de su belleza. Aunque no pudo aprender a escribir, había aprendido algo más valioso: la autoaceptación.