
The Haunted Staircase
By Yoel

28 Sep, 2023

Había una vez, en un pequeño pueblo, una casa antigua y desolada que todos decían que estaba embrujada. La casa tenía una escalera de madera que crujía a cada paso y estaba siempre a oscuras.

En este pueblo vivía una niña valiente llamada Lucía, que estaba fascinada por las historias de fantasmas. Lucía era valiente, siempre curiosa y dispuesta a explorar lo desconocido.

Un día, Lucía decidió aventurarse en la casa antigua. Con una vela en la mano, entró en la casa, su pequeña luz parpadeaba contra las sombras que bailaban en las paredes.

La casa estaba en silencio, excepto por el viento que soplaba a través de las ventanas rotas. Lucía se dirigió hacia la escalera, su corazón latía con anticipación.

Al poner un pie en la escalera, sintió una extraña presión en el aire. Sin embargo, Lucía no se dejó intimidar y comenzó a subir, la vela parpadeando en su mano.

A medida que subía, el sonido del viento se desvanecía y un nuevo sonido comenzó a llenar el silencio: un golpeteo constante y fuerte. Lucía se detuvo, escuchando.

El golpeteo parecía venir de arriba, de la cima de la escalera. Lucía tragó saliva, apretó la vela en su mano y continuó subiendo.

En cada escalón, el sonido se hacía más fuerte, más insistente. Lucía podía sentirlo resonar en sus huesos. Pero ella no retrocedió.

Finalmente, Lucía llegó a la cima de la escalera. El golpeteo era atronador ahora, parecía venir de todas las direcciones. Lucía miró a su alrededor, buscando la fuente.

De repente, la vela se apagó. Lucía se quedó en la oscuridad, el golpeteo resonando en sus oídos. Pero no gritó, no corrió.

En cambio, Lucía alzó la mano y golpeó la pared en respuesta. El golpeteo cesó de inmediato. Luego, desde la oscuridad, surgió una voz suave.

"¿Quién eres tú?" preguntó la voz. Lucía respondió: "Soy Lucía, vengo en paz. ¿Quién eres tú?"

"Soy el espíritu de esta casa," respondió la voz. "He estado solo durante mucho tiempo. Por favor, no te vayas."

Lucía se quedó en silencio por un momento, luego dijo: "No te temo. Pero necesito luz para verte."

La vela en su mano se encendió de repente, bañando la habitación con su cálida luz. Lucía miró a su alrededor y vio a un niño, pálido y etéreo.

"Hola," dijo Lucía, sonriendo. El espíritu sonrió a cambio, parecía agradecido por su compañía. Así, Lucía y el espíritu comenzaron a hablar.

Pasaron horas, Lucía escuchaba las historias del espíritu sobre la vida en el pasado. El espíritu parecía feliz de tener a alguien con quien compartir sus historias.

Cuando finalmente se hizo tarde, Lucía se levantó para irse. El espíritu parecía triste, pero Lucía le prometió volver.

Y así lo hizo, día tras día, Lucía regresaba a la casa para visitar al espíritu. Compartían historias, risas y a veces, incluso, silencios cómodos.

Con el tiempo, la casa ya no parecía tan desolada. La escalera ya no crujía con cada paso, y las sombras ya no bailaban con malicia en las paredes.

El espíritu ya no estaba solo, y Lucía ya no tenía miedo. Habían encontrado una amistad improbable, pero profunda, en esa casa antigua y supuestamente embrujada.

Eventualmente, la noticia de la amistad de Lucía con el espíritu se extendió por el pueblo. Al principio, la gente estaba asustada, pero luego, se maravillaron.

La casa ya no era vista como un lugar de miedo, sino como un lugar de amistad. La gente comenzó a visitar la casa, trayendo regalos para Lucía y el espíritu.

Lucía siempre sonreía, agradecida por la amabilidad de su pueblo. El espíritu, aunque al principio tímido, también apreciaba la compañía.

Y así, la casa antigua ya no era un lugar oscuro y desolado. Se había convertido en un lugar de luz, calidez y risas.

Lucía continuó visitando la casa todos los días, siempre con una vela en la mano. Pero ya no era para iluminar su camino, sino para iluminar la casa con su calidez.

El espíritu ya no golpeaba las paredes, ya no estaba solo. Había encontrado una amiga en Lucía, y a través de ella, había encontrado una conexión con el mundo.

El pueblo ya no temía a la casa, ya no era un lugar embrujado. Era simplemente la casa de Lucía y su amigo, el espíritu.

Y así, con una niña corriendo por las escaleras con una vela en la mano, la casa ya no era un lugar de miedo, sino un lugar de amistad y amor.

El golpeteo había cesado, pero la casa aún resonaba, no con miedo, sino con risas y alegría. Y todo gracias a una niña valiente y su amigo, el espíritu.

Ahora, cuando Lucía sube las escaleras con su vela en la mano, no es un acto de valentía, sino un acto de amor. Y el golpeteo ya no es un sonido de miedo, sino un recuerdo de cómo comenzó su amistad.

Así que la próxima vez que veas una casa antigua y desolada, recuerda la historia de Lucía y el espíritu. Tal vez, solo tal vez, esa casa no esté tan desolada después de todo.

Y si escuchas un golpeteo, no tengas miedo. Tal vez solo sea el sonido de una nueva amistad esperando ser descubierta. Tal como Lucía descubrió al espíritu en la escalera.

Así que, al final, la niña que solía correr por las escaleras con una vela en la mano, ya no corre. Ahora, ella sube las escaleras con calma, golpeando la pared con fuerza, en saludo a su amigo.

Y así termina nuestro cuento, con una niña corriendo en las escaleras con una vela en la mano, golpeando a portar muy fuerte. Un recordatorio de la valentía, la amistad y el amor que encontró en una casa supuestamente embrujada.