
The Journey of Rasta
By Greyson

09 Aug, 2023

Rasta, un joven moreno de la República Dominicana, llegó a la estación de tren de Vilanova i la Geltrú. Había viajado desde Madrid para buscar a Irene, una amiga que conocía desde hacía años.

Irene, que había estado trabajando en el restaurante El Cultivador, era conocida en el pueblo por ser la mejor cultivadora de marihuana bajo techo. Rasta la había conocido en un viaje anterior y se había quedado impresionado con su experticia.

Juntos, decidieron viajar por España, comenzando por las playas de Comarruga. Pasaron dos meses allí, disfrutando del sol, la playa y la libertad de no tener un plan.

El restaurante El Cultivador vendía la marihuana que Irene cultivaba, lo que les permitía a ambos mantenerse mientras viajaban. Era un arreglo mutualmente beneficioso.

Su siguiente parada fue Tarragona. Fue aquí donde conocieron a un grupo de gente de Granada que estaban interesados en montar sus propias salas de cultivo.

Rasta, siempre el empresario, se ofreció a contratarlos. Les proporcionó dinero e instrucciones para iniciar su propio cultivo en un pequeño pueblo de Granada.

Rasta e Irene se trasladaron a Granada para supervisar la nueva operación de cultivo. Se establecieron en la ciudad andaluza, disfrutando de la belleza de la Alhambra y la famosa hospitalidad de sus habitantes.

Siguiendo con su modelo de negocio, vivieron de las ganancias de la cosecha. La vida en Granada era tranquila y, a pesar de las dificultades ocasionales, ambos estaban contentos.

Un día, Irene le dio a Rasta la noticia: iba a tener un hijo. Aunque al principio estuvieron sorprendidos, pronto se sintieron emocionados y listos para la próxima etapa de su vida.

Su hijo nació en un hospital en las afueras de Granada, en un tranquilo día de primavera. Lo llamaron Diego, como el abuelo de Irene.

La vida con un bebé resultó ser más complicada de lo que habían anticipado. Entre los cuidados del niño y el negocio de la marihuana, las noches eran largas y los días un desafío constante.

Sin embargo, nunca perdieron su sentido de la aventura. A pesar de las dificultades, siempre encontraban tiempo para disfrutar de la vida, salir a explorar la ciudad y pasar tiempo juntos como familia.

Su hijo creció rodeado de amor y felicidad, a pesar del negocio familiar. Desde su temprana edad, Rasta e Irene le enseñaron a respetar la naturaleza y entender la importancia de las plantas.

A medida que Diego crecía, también lo hacía su curiosidad. Pronto comenzó a hacer preguntas sobre el negocio familiar y su papel en él.

Rasta e Irene decidieron que era el momento de contarle la verdad. Le explicaron que, aunque el negocio familiar era polémico, siempre habían trabajado con honestidad y respeto hacia los demás.

Diego asumió la noticia con sorpresa, pero también con comprensión. Aunque era joven, entendía la complejidad del mundo en el que vivía.

A pesar de las noticias, la vida continuó en Granada. Rasta e Irene continuaron con su negocio, siempre con la esperanza de un futuro mejor para Diego.

Un día, una oferta de trabajo en Madrid llegó a Rasta. Aunque al principio fue reacio a dejar Granada, finalmente decidió que era lo mejor para su familia.

Con el tiempo, la familia se acostumbró a la vida en Madrid. Aunque la ciudad era muy diferente de Granada, encontraron su lugar en ella y crearon nuevas aventuras.

Diego creció en Madrid, rodeado de nuevos amigos y experiencias. Aunque echaba de menos Granada, pronto consideró a Madrid su hogar.

Rasta e Irene, por su parte, continuaron con su negocio. Aunque los tiempos eran diferentes y el negocio tenía sus desafíos, nunca dejaron de soñar y luchar por lo que querían.

Con el tiempo, Diego se convirtió en un joven adulto, listo para enfrentar el mundo por sí mismo. Decidió estudiar botánica, un campo que le permitiría continuar con el legado de sus padres mientras seguía su propia pasión.

Aunque Rasta e Irene habían vivido una vida llena de aventuras y desafíos, lo consideraban todo un éxito. Habían criado a un hijo maravilloso, habían mantenido vivo su negocio y, lo más importante, se tenían el uno al otro.

Con su hijo ahora independiente y su negocio establecido, Rasta e Irene decidieron hacer un último viaje. Regresaron a la estación de tren de Vilanova i la Geltrú, el lugar donde todo había comenzado.

Mientras miraban el tren acercarse, no pudieron evitar recordar como eran cuando se encontraron por primera vez. Ahora, años más tarde, estaban juntos, experimentados y listos para comenzar un nuevo capítulo en sus vidas.

Esa fue la historia de Irene, Rasta y Diego, una familia no convencional que vivió una vida llena de aventuras, amor e incertidumbre, siempre juntos, siempre fuertes. Y así, con un adiós a Vilanova i la Geltrú, comenzaba su próxima gran aventura.