The Sweet Family's House

    By Storybird

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    19 Jul, 2023

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    La casa, cuyo frente miraba al este, se destacaba en la avenida por sus paredes blancas y su techo colorado. Un jardín repleto de flores, plantas y arbustos daba la bienvenida a los visitantes. Las rosas, margaritas y lirios florecían con esplendor durante la temporada. Se podía sentir el dulce aroma de las flores y escuchar el trinar de los pájaros. Aquella casa siempre parecía estar envuelta en un halo de paz y serenidad.

    El interior de la casa era aún más acogedor. Las paredes estaban adornadas con pinturas y fotos de la familia. Cada rincón de la casa hablaba de los detalles meticulosos y la fascinación de Doña Amelia por la decoración. La sala principal era su lugar favorito, donde una chimenea iluminaba el espacio durante las noches frías, y el calor de la familia se fusionaba con el calor del fuego, creando un ambiente idílico.

    Doña Amelia era una mujer de gran corazón. No sólo cuidaba de su familia, sino que también se ocupaba de los vecinos y de cualquiera que necesitara ayuda. Amable, generosa y siempre sonriente, era la imagen de una auténtica dueña de casa que acogía a todos con los brazos abiertos. Además, era famosa por sus habilidades culinarias, especialmente por sus deliciosos pasteles y galletas.

    Los niños, a pesar de su corta edad, también eran educados y atentos. Andrés, el mayor, era una copia de su padre. Un joven apuesto y caballeroso. Beatriz, la siguiente, era tan hermosa y grácil que cualquiera se quedaba prendado de su encanto. Carolina, aunque más pequeña, ya mostraba una inteligencia y una curiosidad notables. Y finalmente Daniel, el menor, siempre lleno de energía y curiosidad.

    Los sobrinos, a pesar de vivir en una ciudad grande y bulliciosa, eran igualmente respetuosos y amables. Juanito, el menor de ellos, era especialmente amado por Doña Amelia. A pesar de ser pequeño, tenía un corazón muy grande lleno de bondad y buena voluntad. Su inocencia y ternura siempre alegraban a todos en la casa.

    A la familia le encantaba reunirse en la sala principal y charlar sobre sus días. Las risas, los chistes y las anécdotas de cada uno llenaban la habitación de alegría y felicidad. La gran casa, que por el día era un remanso de paz y tranquilidad, se transformaba en un hogar bullicioso y alegre por la noche.

    Sin embargo, más allá de las risas y la alegría, la casa era también un lugar de aprendizaje. Doña Amelia y su esposo creían firmemente en enseñar a sus hijos y sobrinos el valor de la bondad, la honestidad y la integridad. Estos valores eran parte integral de la vida diaria en la casa, y se reflejaban en cada miembro de la familia.

    Las vacaciones de verano eran el momento más esperado del año. Los sobrinos llegaban desde Santiago, emocionados por ver a sus primos y disfrutar del campo. La casa se llenaba de risas y alboroto, y la alegría era palpable en el aire. Por supuesto, Doña Amelia siempre tenía preparadas sus recetas especiales para celebrar la llegada de sus queridos sobrinos.

    Durante el día, los niños jugaban en el jardín, corrían, saltaban y se escondían entre los arbustos. El entusiasmo de los niños era contagioso y, a menudo, incluso los adultos se unían a sus juegos. La casa de la familia se transformaba en un pequeño paraíso lleno de risas, juegos y diversión.

    En las noches, después de un día agotador pero lleno de diversión, se reunían alrededor de la chimenea. Allí, bajo la luz cálida del fuego, compartían historias, jugaban a juegos de mesa y disfrutaban de los dulces caseros de Doña Amelia. Estos momentos eran los más preciados para todos, y los recuerdos creados durante estas noches se guardaban como un tesoro en sus corazones.

    A pesar de los largos días de juego y diversión, la familia nunca olvidaba sus deberes y responsabilidades. Los niños eran alentados a ayudar en las labores de la casa, a cuidar del jardín, a mantener su entorno limpio y ordenado. Doña Amelia y su esposo creían que era importante enseñar a los jóvenes la importancia del trabajo duro y la responsabilidad.

    Y así, con amor, risas y un poco de disciplina, la casa de la dulce familia permanecía siempre llena de vida y felicidad. Con cada verano que pasaba, los lazos entre la familia se fortalecían aún más. Los recuerdos de esos días de verano se convertían en historias que se contaban una y otra vez, alimentando la unión y el amor entre ellos.

    Esta era la casa de la dulce familia, un verdadero hogar donde la felicidad, el amor y la bondad reinaban supremos. Un lugar que, aunque sencillo, estaba lleno de momentos de alegría inolvidables, de un amor incondicional y de una bondad que sobrepasaba todas las fronteras. Y en el corazón de todo ello, Doña Amelia, la dueña de casa, cuyo amor y ternura se extendían más allá de las paredes de la casa, a todos aquellos que tenían la suerte de conocerla.

    The Sweet Family's House