Ricky, que ahora vivía en una ciudad bulliciosa, estaba de regreso en su ciudad natal por trabajo. Caminaba por las calles, recordando los viejos tiempos.

Mientras deambulaba, casi chocó con un hombre. Al levantar la vista, se encontró con los ojos conocidos de Alex, su viejo amigo de la infancia.

Decidieron tomar un café para ponerse al día. Los recuerdos de su amistad inundaron la conversación, reviviendo momentos olvidados.

Sin embargo, también surgieron recuerdos dolorosos. Ricky recordó la razón de su distanciamiento, una pelea por un malentendido.

A medida que la tarde se convertía en noche, decidieron dar un paseo. El silencio entre ellos era cómodo, repleto de reminiscencias.

Finalmente, Ricky rompió el silencio y habló de la pelea. Le pidió disculpas a Alex, admitiendo que había malinterpretado la situación.

Alex escuchó en silencio, luego sonrió y aceptó las disculpas de Ricky. Ambos se dieron cuenta de que aún apreciaban la compañía del otro.

Pasaron el resto de la noche hablando de su vida actual, compartiendo risas y historias. Fue como si el tiempo no hubiera pasado.

Al amanecer, Ricky y Alex se despidieron. Se prometieron mantenerse en contacto y no permitir que otro malentendido los separara.

Ricky se sintió aliviado y feliz. A pesar de los años y los cambios, la amistad entre ellos seguía siendo fuerte.

Ricky regresó a su vida en la ciudad con un corazón más ligero. Aunque estaba ocupado, siempre encontraba tiempo para hablar con Alex.

La amistad entre Ricky y Alex se fortaleció con el tiempo, demostrando que no importa cuánto tiempo pase, los lazos verdaderos nunca se desvanecen.